Los alrededores de Puerto Deseado y, en general, la geografía de la Patagonia no fueron siempre como son ahora. Hubo un tiempo en que el clima en la región era templado. No existía la cordillera de los Andes, por lo que los vientos humedecidos del Océano Pacífico llegaban sin obstáculos a la zona. Bajo estas condiciones, el suelo florecía, poblándose de bosques de coníferas.
Pero entonces, hace 150 millones de años ocurrió un cambio: comenzaron a soplar fuertes vientos, y la actividad volcánica se intensificó. Los árboles no resistieron y se cayeron, cubriéndose de la ceniza volcánica que reinaba. La lluvia de silicio penetró y reemplazó el tejido vegetal por minera. Y nada volvió a ser igual. La región se convirtió en lo que es hoy: un lugar árido, ventoso y con poca vegetación, casi desértico.
Pero de aquellos tiempos quedaron testimonios. El Bosque Petrificado de Jaramillo, en el norte de Santa Cruz, y a 256 kilómetros de Puerto Deseado, es uno de ellos. El lugar es, literalmente, un bosque. Sus troncos, ya de piedra, están derribados, pero sus raíces están en el mismo lugar en donde transcurrieron sus vidas. El sitio es impactante, y está considerado uno de los yacimientos fósiles más importantes del país. ¿Por qué? Porque allí se encuentran los árboles petrificados más grandes del mundo: algunos ejemplares miden 35 metros de longitud (sin contar partes enterradas, ramas menores y copa) y 3 metros como diámetro mayor. Hasta el momento de petrificarse contaban con 1.000 años de edad.
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